domingo, 28 de septiembre de 2008

Esta soledad en las cataratas (Wallace Stevens)


Nunca sintió dos veces lo mismo respecto del salpicado río,
Que seguía fluyendo y nunca dos veces el mismo, fluyendo

A través de muchos lugares, y como inmóvil en uno,
Fijo como un lago donde se agitan los patos silvestres,

Rizando sus usuales reflejos, pensados Monadocks(1).
Parecía ser un apóstrofe que no fue dicho.

Había tanto de lo real que para nada era real.
Una y otra vez él quiso sentir lo mismo.

Quiso que el río siguiese fluyendo de la misma manera,
Que siguiese fluyendo. Quiso caminar a su lado,

Bajo los sicómoros, debajo de una luna rápidamente enclavada.
Quiso que su corazón dejara de latir, que su muerte descansara

en una permanente comprensión, sin patos silvestres
o montañas que no eran montañas, sólo por saber cómo sería,

sólo por saber cómo sentiría, liberado de la destrucción,
ser un hombre de bronce respirando bajo arcaica piedra,

sin las oscilaciones del paso planetario,
respirando su aliento broncíneo en el azulado centro del tiempo.


(1) Monadocks es el nombre de una línea de montañas, y se usa ese término en geología para indicar restos de antiguas zonas altas que se alzan sobre un llano como una aislada masa rocosa (Nota del T.)


En Poemas de Wallace Stevens, Omega, Buenos Aires, 1967 (traducción de ALBERTO GIRRI)

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