jueves, 2 de septiembre de 2010

dos giannuzzi





Oficios


Durante una época trabajé en
una funeraria. Mi trabajo
consistía en conducir ataúdes a la
casa de los muertos para que allí
los ocuparan siguiendo respetuosamente la
leyes de la descomposición. 
Yo cantaba al volante del negro furgón y eso era
mi particular manera de estar integrado a la liturgia.
Yo era joven y entraba silbando a la
casa del difunto
y hasta me daban propinas y muchas gracias muchacho
por andar alegremente vivo y por
habernos hecho comprender súbitamente
que un muerto es la carga 
más abstracta  que pueda concebirse. 




Paro cardíaco


Nunca sabré si soñaba
cuando mi amigo se murió durmiendo. 
El acta de defunción no registró ese dato
ni la crueldad de la luz
en su rostro absolutamente objetivo.
Los hechos son la única 
materia universal que compartimos: 
un corazón que late y otro que está inmóvil
y el significado clínico
de las manos crispadas sobre el pecho. 
Lo demás es un susurro, casi un mito
que incluye los deseos personales, 
los ensueños privados, las músicas secretas. 

de Señales de una causa personal (1977)

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