¿Sabes, madre, cuando las latitudes y las longitudes
nos nombran el lugar, que tus hijos
te hacen señales desde el rincón oscuro del mundo?
Tú te paras donde los caminos se entrelazan,
y tu corazón está disponible antes que cualquier otro.
No alcanzamos para mucho tiempo, pródigos con nuestras obras,
miramos hacia atrás. Pero el humo sobre el hogar
no nos deja ver el fuego.
Tú preguntas: ¿no vuelve ninguno? Conducidos hacia abajo por el plomo,
no en dirección al cielo, sacamos a la luz del día
cosas, en las que habitan destrucción y fuerza
para distraernos. Todo esto es una prueba
de nada y por nadie requerida. Si enciendes
de nuevo el fuego apareceremos irreconocibles,
las caras ennegrecidas, ante tu cara blanca.
¡Llora! Pero no nos hagas señales.
En Abyssinia, revista de poesía y poética N° 2, 2001. Versión de Cecilia Dreymüller y Concha García.
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